Trampas

Hace treinta años, un grupo de investigadores desencantados con la evolución del fenómeno OVNI decidió poner a prueba una de sus ideas: estaban convencidos de que los medios de comunicación eran los auténticos creadores de las llamadas “oleadas” de observaciones de No Identificados y que, por tanto, manipulándolos a ellos con testimonios falsos –e incluso “fabricando” avistamientos OVNI con luces o globos– podrían inducir una avalancha de casos. Aquel equipo se hizo llamar Colectivo Iván y diseñó toda una estrategia para demostrar su hipótesis. Poco antes de la Navidad de 1978 comenzó a enviar cartas a periódicos del País Vasco informando de la presencia de luces en el área de Irún. Una vez publicadas, aguardaron a la primera noche de Luna nueva de 1979 para colocar un globo retroiluminado sobre las Peñas de Aya, cerca de Gorostiaga, y observar qué efecto causaría en una población “sensibilizada”. “La gran mayoría del público interpretó la experiencia como un auténtico ovni”, escribieron. Titulares en La voz de EspañaEl diario vasco o Deia confirmaron la expectación que levantó el falso ovni, e incluso no faltaron contactados que lo interpretaron como una “señal” de los “hermanos cósmicos”. Todos picaron. Y el Colectivo Iván se llevó el gato al agua: “Manipulando prensa y radio –no hemos podido experimentar con televisión– es posible crear oleadas”, concluyeron. Tres décadas más tarde esos experimentos para engañar a periodistas en particular y al público en general siguen produciéndose.

Hace unas semanas, el portal de Internet Terra distribuyó una serie de vídeos falsos en los que un espectacular ovni caía en aguas del Cantábrico, era recuperado por militares en una playa y terminaba –varios días y vídeos más tarde– en medio de un bosque, abriéndose como una almeja y dejando ver a un alienígena de goma. A diferencia de “los Iván”, que en 1979 buscaron desprestigiar al colectivo de investigadores OVNI y a la “crédula prensa generalista”, Terra justificó su trama como una conmemoración de la mítica emisión de Orson Welles La guerra de los mundos y, de paso, ganar un poco de atención y publicidad gratuita en otros medios. Pero más extraña si cabe fue la noticia publicada este verano en varios perió- dicos del norte peninsular, en los que se informaba del hallazgo de los huesos de varias víctimas del “hombre lobo de Allariz” (MÁS ALLÁ, 65 y 247). Un caso de los anales del crimen ibérico que conmocionó a la España de Isabel II y del que hoy apenas se acuerdan los amantes del misterio. Alguien se tomó la molestia de crear una falsa fosa con huesos humanos y se inventó una fundación en los Estados Unidos para justificar el hallazgo de los restos, seguramente buscando el engaño de la prensa especializada. Por fortuna, el programa de televisión Cuarto Milenio descubrió la trampa hace poco y neutralizó el veneno de esa información. ¿Y para qué se hizo esto? Seguramente, para lo mismo que “los Iván”: para desautorizar a los reporteros expertos en misterio que –pese a lo que estos taimados creen– son menos crédulos de lo que parece. Ojo, pues, a los cebos de ahí fuera. Nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, estaremos más que atentos a ellos.

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